miércoles, 21 de mayo de 2014 | Por: Pedro López Ávila

LA CODICIA EN EL EL HOMBRE ACTUAL

José Galán Polaino - www.mileniumgallery.com

Es frecuente hoy día tropezarnos con gente de toda condición social que no encuentra otro motivo de conversación que denostar a la clase política en general. Muchas  veces con motivos más que fundamentados o justificados.

Sin embargo, me escandaliza cuando la crítica proviene de los patológicamente profesionales del trincar, sin ser políticos.

Hoy voy a referirme a estos últimos, a los que miden su grado de satisfacción con los dirigentes o partidos políticos según los frutos que recojan.

Para mí estos  individuos responden  a perfiles calculadores, crueles y enfermizos, que procuran la amistad, sin ningún tipo de honradez moral o intelectual con los poderosos o con los legisladores. No tienen más objetivo que su propio provecho, sea público o privado.

No han conocido nunca el lenguaje de la verdad: lo que la persona es y pensar como especie; de tal manera que han desarrollado sus fuerzas y sus vidas exclusivamente para acumular dinero y adquirir bienes.

El problema que tienen estos prójimos es que estiman las cosas mientras las persiguen, pero cuando las consiguen  las menosprecian, con lo que siempre están al acecho como las águilas carroñeras de encontrar una próxima presa.

No son conscientes de que lo más importante que nos da la vida es vivir, y la vida es tiempo, y en el tiempo hay que encontrar la felicidad.

Pero en sus corazones no se puede albergar la palabra felicidad, porque la felicidad no es una cuestión material. Son, por consiguiente, indigentes espirituales: sin emociones, sin fantasía; sin el arte, o la poesía. En fin,  huecos en su vida interior y con una pobreza más severa que la material. Séneca dijo: "pobres son aquellos que necesitan de mucho".

Sin embargo, estos sarnosos y peligrosos malpensantes, que siempre están ideando algo nuevo, han desatado tantas fuerzas en la consecución de lo material que al final lo material los gobierna a ellos.

Por eso gran parte de su tiempo lo dedican a despotricar y a arrasar en los foros que consideran idóneos toda decisión legislativa que vaya en contra de sus ganancias o de las metas que tienen marcadas. Para ellos todos los políticos son iguales en cuanto rozan levemente con sus fines.


Yo soy muy reticente con  estos melindrosos, amantes de la astucia para el beneficio, de la especulación y de los mercados, y que llegan a autodenominarse competitivos. Cuando abren la boca exclusivamente para medrar, me producen tal repelús que me hacen pensar que si todos los políticos son iguales, es porque existen ellos; pues, a fin de cuentas, la estructura jurídica de una sociedad se construye a su manera.

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jueves, 8 de mayo de 2014 | Por: Pedro López Ávila

ELECCIONES AL PARLAMENTO EUROPEO

Germán Aracil - www.mileniumgallery.com

Nos guía tanto el entendimiento a no perder nada de lo que tenemos, por poco que sea, que es este el que predispone a nuestras conductas para que siempre se siga a unos o a otros, siempre cuando se obtenga el máximo provecho de todo lo que beneficia al sujeto.

Así hoy, más que nunca, las ideas se atropellan y contradicen los principios de la propia naturaleza humana, de tal manera que  seguimos y veneramos a los que marcan las directrices y comportamientos con absoluta inmoralidad.

Los que siempre van corriendo en busca de lo que no tienen, nos van imponiendo sus preceptos, pues de lo contrario,  se asume el riesgo de ser excluidos de la cordura.

Lo que sucede es que cuando se intenta vivir sin un propio razonamiento hay que aceptar la vulgaridad, la ramplonería , la manipulación, los favores prestados y hasta la pérdida de nuestras dudas, con la finalidad de poder mejorar nuestro bienestar desde el seguimiento a otros devotamente.

Entonces aparece el problema: el que sigue a otros, no sigue a nada y, por tanto, nunca encontrará nada, puesto que nunca han buscado la diversidad de juicios que pueda albergar su propia razón.

Ahora toca escuchar a no sé cuántos grupos parlamentarios, cuyas cabezas visibles con rostro alegre,  divertido y vigoroso nos quieren hacer ver la importancia que tienen las votaciones europeas para devolver a nuestras vidas a sus justos y naturales límites.

Ahora tratan, a través de las elecciones europeas, de calcular sus verdaderas posibilidades de éxito ante posteriores comicios como una especie de entrenamiento olímpico para poder comprobar en un futuro en que línea de la parrilla de salida se encuentra cada cual.

Una vez comprobada la relación de fuerzas existentes, se podrán delimitar cuál es el papel que cada uno desempeñará, así como su grado de sumisión en el gran teatro del Parlamento Europeo, pues no olvidemos que estos aspirantes a ocupar escaños recibirán sus recompensas gloriosas y económicas en variadas formas por sus servicios, que ya no son prestados, sino muy bien gratificados, en lo que debería ser defensa de la verdadera honra y el coraje que el alma pone en proteger a  los desfavorecidos.

Yo no sé si en los programas electorales de todas esta nuevas formaciones políticas figurarán las benévolas y magnánimas intenciones, para que muchas de las madres de sus señorías alcancen la dignidad de poder cobrar en sus pensiones algo más de dos euros mensuales durante los tres próximos años.

Pero, me da mí que no, pues pedir una subida mayor, sería sacar los pies del plato, o lo que es lo mismo, salirse del programa de prestaciones sociales.


Que nada amigos,  a seguir votando cada uno al que siga.
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