miércoles, 19 de febrero de 2014 | Por: Pedro López Ávila

LOS DESAHUCIOS


Me dirigía el pasado mes de enero, en un día lluvioso, caminando por La Gran vía de Colón, hacia la Delegación de Educación, cuando me encontré repentinamente con algo más de medio centenar de manifestantes frente a una entidad bancaria y unos cuantos furgones de antidisturbios que estaban aparcados a ambos lados de la calle.

Evidentemente, los policías estaban expectantes ante los gritos reivindicatorios. La curiosidad hizo que me detuviera para conocer cuáles eran sus peticiones.

Antes de llegar a acercarme al grupo, pude entender con claridad que uno de ellos, altavoz en mano, proclamaba con voz grave y en forma de letanía "nosotros tenemos la solución" al que el grupo coral de los reclamantes respondía: "banqueros a prisión". Proliferaban los distintivos de "STOP DESAHUCIOS" en las solapas y bocamangas de los manifestantes humedecidos por el aguacero que estaban sufriendo estoicamente.

La gente pasaba impertérrita, con cierta indiferencia, pues al parecer esto no iba con ellos, ni seguramente afectaba en exceso al manejo diario y mecánico de su cuchara ni a sus techos donde se cobijaban.

Mi curiosidad llegó más lejos y pregunte a uno cualquiera si entre ellos se encontraba algún representante político o quizá sindical a lo que, con gesto esquivo y retraído, me respondió de forma taxativa: "que yo sepa no, pero para qué los queremos aquí".

Conforme me iba retirando me encontré de frente con la mirada de un policía de una complexión física desmesurada, pero que me pareció que tenía el juicio y el corazón tan ordenados, que intuí en sus ojos cómo la conmiseración era el reflejo de un alma desolada, pero que el deber le hacía estar al otro lado de la acera.

No quisiera yo que se me entendiera que nado y guardo la ropa, que es una forma de quedar bien. Si dijera que el problema de los desahucios es un problema que se resuelva con facilidad; estaría faltando a la verdad y saltándome por alto las más elementales normas del derecho internacional, pues ha habido gente en España que ha atado conscientemente su destino a su hipoteca o hipotecas de forma especulativa.

Empero, no debemos olvidar que en la crisis económica (en principio financiera), provocada por la banca, los gobiernos acudieron en su auxilio con toda celeridad, inyectando descomunales cantidades de euros para su saneamiento, lo que en términos eufemísticos, denominaron reestructuración bancaria y que tendremos que pagar entre todos.

Por consiguiente, si alguien no puede pagar su hipoteca, porque la habilidad de unos se ha apoderado de los euros del vecino y además lo ha dejado sin trabajo, España podría perder su soberanía nacional, siguiendo los mismos argumentos que sigue la banca para los desahuciados, pues el aumento de su deuda crece y crece hasta alcanzar hitos históricos, con una deuda pública que equivale al 100% de su producto interior bruto, que no sabemos si podría llegar a pagarse algún día.

En estos momentos penosos de nuestra historia hay que tomar partido. La población no puede guardar silencio ante el hambre o los desahucios de los otros. Hay que tener corazón, porque el hambre o el verse en la calle no es una cuestión, cuya defensa se corresponda ni con ideologías ni con partidos, es cuestión de justicia y de humanidad.

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2 comentarios:

Marinel dijo...

Amén.
En realidad,desde mi humilde opinión, España ya no es nuestra, está en manos de esa Europa "unida" liderada ya sabemos todos por quién o quienes.
Bajo ese yugo asumido, se ejecutan una serie de órdenes descabelladas y sin ápice de sentimiento hacia quienes hipotecaron su vida pensando en que esto jamás ocurriría, hecho, además influenciado por la predisposición de los bancos a dar de manera indiscriminada, alentando, facilitando todo sabiéndose siempre ganadores.

Esta crisis no la hemos buscado los españoles de a pie,no somos nosotros quienes han gastado por encima de sus posibilidades-siendo mileuristas, difícilmente se puede llevar a cabo tamaño desbarajuste-
Sí hemos sabido acoplarnos a lo que teníamos y los trabajadores siempre han pagado puntualmente sus recibos, no como esa élite de la que ahora sale a flote tanta inmundicia. Sin embargo somos los que estamos pagando absolutamente todas sus debacles...hasta que no podamos hacerlo. A pesar de todo la deuda del país es descomunal, ¿cómo se digiere esto, en qué se ha ido el dinero? quizá han vivido por encima de las posibilidades del país?

"Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena."
Mahatma Gandhi

Yo no tengo hipoteca pero tampoco trabajo ni esperanzas al paso que van las cosas y aunque tuviera ambas cosas, seguiría sintiéndome hipotecada y manifestándolo siempre que tuviese oportunidad.

Respecto al policía...habrá de todo,no digo más...
Perdona la extensión, Pedro, pero todo esto me puede...
Besos.

Anónimo dijo...
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