Esa sensación de impunidad que percibe la población de estos grandes mangantes es lo que saca de quicio a un pueblo, que cada día ve aumentar la pobreza en las capas más vulnerables de la sociedad.
Yo que estaba empachado de políticos, de tertulianos, de
editoriales periodísticas, de moralinas ambulantes, de escuchar recetas
políticas y económicas en peluquerías y bares por muchos majagranzas que andan
sueltos por este mundo, y en donde cualquiera se convertía en un buen tío,
simplemente con repetir frases deshilachadas, recogidas de aquí y de allá;
miren ustedes por donde resulta que el interés por la cosa pública está
volviendo a apoderarse nuevamente de las vidas los ciudadanos.
Resulta que cada vez son mayorías las plataformas cívicas
y partidos políticos, que están surgiendo ante la perseverante ceguera
institucional del saqueo al que ha estado y sigue estando sometida nuestra
patria. Todo esto con el mayor grado de indecencia que cabría esperar de
nuestros regidores, que han variado mil veces los valores de sus propias ideas
en favor del provecho personal.
Verán ustedes: mientras Jordi Évole en días anteriores
entrevistaba al líder de Podemos, Pablo Iglesias, y obtenía una cuota de
pantalla de casi cinco millones de telespectadores (todo un récord), resulta
que a las pocas horas eran detenidos 51 personas en una macroredada, realizada
por la Guardia Civil en Madrid, entre las que figuraban el ex secretario
general del PP, Francisco Granados, mano derecha de Esperanza Aguirre durante
varios años, a distintos alcaldes de localidades madrileñas y de otras
autonomías, empresarios, funcionarios municipales, un guardia civil , así como
al presidente de la Diputación de León y a los que no sé si algún día la
justicia dará un paso definitivo para acabar con presas mayores, pues a decir
de algunos, esto todavía podría considerarse en términos metafóricos fauna
menor.
A la trama se le imputa blanqueo de capitales,
falsificación de documentos, delitos fiscales, cohecho, tráfico de influencias,
malversación de caudales, prevaricación, revelación de secretos, negociaciones
prohibidas a funcionarios, fraudes contra la administración y organización
criminal. Casi nada.
Ya me he pronunciado en otras ocasiones que no me gustan
nada las aseveraciones de Pablo Iglesias, pues, a mi parecer, en toda
aseveración, cualquiera que fuera la procedencia, siempre se suele ocultar un
punto último del hablar dogmático. Tampoco me gustan las paradójicas soluciones
que ofrece, tan etéreas y contundentes a la vez como peligrosas para salir de
esta maldita crisis. Pero, claro, si se lo ponen a huevo, resulta que cada día
que transcurra votos a la mochila. Sus declaraciones no pudieron ser más
explicitas en la entrevista que le realizó en Ecuador Jordi Évole: «Nosotros no
somos el resultado de nuestros aciertos, sino de un desastre generalizado»,
para continuar diciendo que los padres de Podemos son el PP y el PSOE.
Claro que sí, señor Iglesias, en este extremo tiene usted
toda la razón, y algo tendrá el vino cuando lo bendicen. Y algo tendrá usted
cuando tiene más audiencia en España que un Real Madrid-Barcelona, pero lo que
me provoca sobresalto es pensar que si algún día llegara usted a ser presidente
del Gobierno de España, ¿existiría la posibilidad de escribir este artículo con
la mala leche como la que tengo hoy en el cuerpo, en el supuesto de que se
produjeran casos de corrupción generalizada como se dan en algunos sistemas
dictatoriales de distintos signos, sin sufrir persecución política alguna? Esa
es simplemente mi duda.
Es verdad que este país no nos ofrece tregua alguna a la
corrupción, dado que unos y otros han llegado de puntillas con un postureo
compungido para enriquecerse, para colocar a parientes, amigos y allegados en
los puestos de confianza, y con el claro objetivo de convertirse en gente de
sutil cacumen. Vamos, lo que el Sr. Iglesias viene a denominar la casta.
Pero lo que más escandaliza al ciudadano, a la persona,
es que la ley actual está hecha para el robagallinas y no para el gran
defraudador, tal y como dice el presidente del Consejo del Poder Judicial, pues
estos con un pescozón de sus correligionarios de partido y su dimisión antes de
que los echen van que chutan a la íntima paz de sus paraísos fiscales.
Esa sensación de impunidad que percibe la población de
estos grandes mangantes es lo que saca de quicio a un pueblo, que cada día ve
aumentar la pobreza en las capas más vulnerables de la sociedad. Desde el
comienzo de la crisis ha aumentado el número de niños pobres, hasta alcanzar la
cifra de tres millones, que son ya los que viven por debajo del umbral de la
pobreza, mientras muchos de nuestros dirigentes políticos desvalijan las arcas
públicas.
Estos apátridas de todas las ideologías, menos de la desvergonzada
acumulación de su capital, nunca asumen sus abismos de culpa y habría que
enviarlos por lo menos al tercer Canto del Infierno de la Divina Comedia. Las
leyes las han hecho ellos para sí mismos y la justicia la han compuesto tan
injusta que han devorado y tiranizado al sistema democrático.
Artículo publicado en Ideal el día 16 de noviembre de 2014, página 31.