viernes, 15 de febrero de 2013 | Por: Pedro López Ávila

EL PODER POLÍTICO, LA CORRUPCIÓN Y LA JUSTICIA


BELLAGGIO - In Venice III - www.galeriadeartelazubia.com

Me comentaba un buen amigo mío que ante la magnitud de los acontecimientos políticos que se estaban sucediendo en España, había que tener mucho cuidado con la desacreditación sistemática de los políticos y de la política, pues las dictaduras siempre parten de un principio antipolítico de purificar la vida pública, para dar paso al secuestro de las libertades y a la corrupción absoluta.

Sin embargo, aun admitiendo esa realidad que pudiera ser compartida en mi pensamiento, me parece que el mundo en general y los españoles, en particular, estamos llegando a tales situaciones de parálisis progresiva de la sociedad en la que ya es inútil callar. Porque el callar lo que está a la vista de todos se hace insoportable para la dignidad humana. El pueblo, el pueblo democrático no puede seguir indiferente escuchando milongas de unos y otros, impasible como el que oye llover o acostumbrándose al ruido como los pájaros de la vega, sin inmutarse.

Tengo bastante claro que el día que se acaben los políticos, ya sé a lo que tocamos, en los que me incluyo, pero debo decir que me sustraigo a la creencia de la regeneración de la clase política, puesto que, en rigor, nadie piensa en serio en regenerarse así mismo. Para regenerarse hay que arrepentirse y yo me pregunto: ¿Hay algún político de los que han trincado que se arrepienta de sus bienes o de su fortuna que directa o indirectamente hayan acumulado, durante el tiempo que han ejercido funciones, al servicio de la ciudadanía en algún cargo público?

En este mundo ya no distinguimos fácilmente la libertad individual de la oficial, ni con quien se está hablando, si es del partido contrario o del nuestro. Están las cartas tan mezcladas que no reconocemos a nuestros enemigos ni por el lenguaje ni por el porte.

Cuando Montesquieu formuló en 1784 la doctrina de la separación de los tres poderes (legislativo ejecutivo y judicial), me parece a mí que lo haría bajo los efectos de alguna fiebrecilla en una noche tormentosa de verano, aunque vaya en su descargo que fue sugerida con anterioridad por el filósofo inglés Locke; que también se inspiró en la descripción que los tratadistas clásicos hicieron en la antigüedad, así como en Platón, Aristóteles y la experiencia de la revolución inglesa del SXVII, entre otros.

El caso es que lo que la gente entiende, en términos más familiares, es que la justicia es más justicia para unos que para otros, como ya dijo en su día el ex diputado socialista y abogado Pablo Castellanos, pues la percepción que tiene el hombre de la calle es que el poder judicial siempre ha estado, está y estará muy mediatizado por el poder político.

Además como nuestras leyes permiten jurar y mentir al imputado o al acusado cuantas veces sean necesarias como elemento de defensa, ya se encargan los abogados, en que la verdad (terrorífico término en la actualidad) esté tan liada y sea tan discutible que en causas semejantes algunos jueces pudieran favorecer o perjudicar a aquellas partes que mejor convengan a los intereses de los grupos dirigentes.

Los abogados y los jueces hallan en el mundo actual, en todas las causas, suficientes puntos de vista para interpretarlas como mejor les parece. Por eso lo que han considerado unos lo consideran los otros al revés y ellos mismos al revés otra vez. de todo lo cual es corriente los recursos y apelaciones de no acatar los fallos y correr de un juez a otro para decidir sobre una misma causa, hasta eternizarla.

Si a esto añadimos que ahora el juez lleva adherida a sus funciones el nombre y hasta el apellido (costumbre muy americana, por cierto), me anticiparía a decir que podrían planear con mayor vigor las dudas sobre la imparcialidad de la justicia, sobre todo, en casos de extrema gravedad de corrupción política, en la que los dirigentes de los partidos ya se encargarían de decir que acatan las decisiones judiciales (faltaría más) , pero que manifestarían su profundo desacuerdo con las sentencias, como ya nos tienen acostumbrados, y cuya última finalidad es conseguir una mayor presión sobre el poder judicial.

Y esto me parece a mí que deteriora gravemente a la justicia y, por ende, a ley natural, al sentido común y a los propios magistrados honestos.

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miércoles, 13 de febrero de 2013 | Por: Pedro López Ávila

LOS NEGOCIOS


VENTURA www.galeriadeartelazubia.com

Desde luego que en esta procelosa vida española a la que estamos asistiendo como atónitos espectadores, cada día nos parecemos más a estilos y formas de gobierno de ciertos estados en donde predomina la esclavitud política y civil.

Es raro el día en que no nos acostamos con un escándalo de corrupción política y amanecemos con otro de mayor envergadura, que parece necesario y oportuno para acallar al anterior.

En esta época tan licenciosa y enferma, las leyes reglamentadas truculentamente nos hace pensar a algunos que estamos viviendo un periodo de nuestra historia, con un gran cambio cualitativo, que nos está conduciendo, desde un poder arbitrario, a un profundo retroceso económico y moral.

El hombre actual ha quedado a expensas de lo que disponga el mundo de las finanzas, de tal suerte que una minoría posee todas las riquezas de la nación, en gran parte fuera de nuestras fronteras, mientras que el resto de los ciudadanos no poseen más que lo necesario, y otra parte, cada vez mayor, gime en la pobreza.

Me cuesta trabajo decir por ser muy recurrente, no por ello deja de ser una parte muy importante de verdad, que los dirigentes públicos y la maquinaria financiera internacional sean al unísono responsables directa o indirectamente de la situación de angustia en que vive sumida nuestro país, por la recesión económica, en la que parece ya instalado sine die.

Pero, También es conveniente decir, por otra parte, que nuestro pueblo lleva siglos instalado en la ramplonería, en la mediocridad y en la envidia.

El pueblo americano que, por cierto, tiene la mayor deuda del mundo y al que por distintos motivos ideológicos, unas veces con más razones que otras, se le ha visto muy denostado por su estructura político-económica, sin embargo; nunca se le ha concedido la distinción de ser un pueblo acogedor y, por tanto, profundamente multiracial, en donde cualquier ciudadano sea de la etnia o procedencia social que fuere, puede gozar de las oportunidades que le ofrece la sociedad para obtener ganancias. Algo que parece elemental en cualquier economía de mercado.

Nadie habla del éxito, o el sueño americano, esa costumbre que empuja a los hombres del mundo entero a la búsqueda de nuevos estilos de vida, de oportunidades nuevas para triunfar en el espacio de los negocios, de la política, de la industria cinematográfica o de la expansión cultural que se hace de sus autores más representativos, por ejemplo.

Poco sabe el pueblo americano de Bill Gates y Paul Allen, de Rockefeller o del mismísimo Barak Obama, salvo que son triunfadores sociales y como tal se les tienen en la consideración más alta. Esto por señalar algunos de los millares de ejemplos que se dan en E.E.U.U.

Muy al contrario, tenemos en España una falsa y peor conciencia de clase: se condena a las funerarias, porque se saca demasiado provecho de la muerte de los demás, le hacemos la cuenta al médico particular, por supuesto, de lo que puede ganar en función a los pacientes que hayamos visto ese mismo día en su consulta y a razón de lo que nos ha cobrado; miramos con sobresalto el coche que se ha comprado el vecino; despreciamos las multinacionales y las grandes superficies, sin reparar en los puestos de trabajo que estas proporcionan; fastidiamos a la frutera, porque abre sábados y domingos, denunciamos al que vende higos chumbos en la vía pública y nos alegramos del hundimiento de los constructores, aunque se haya sido encofrador y ahora se esté malviviendo con 420 €., en un exceso de magnanimidad estatal.

En fin, todos saben lo que estoy diciendo de un pueblo que se ha preocupado más lo que hacen o ganan los demás que de uno mismo.

Todos estos juicios tan viciados, que tiene nuestra sociedad, parten de un principio erróneo que debe saberse: para sacar algún provecho en este modelo económico en el que vivimos y el que tenemos, se debe obtener ganancia, pues de no ser así habría que condenar todo tipo de negocio.

Que cada cual sondee en su interior y verá que en nuestros íntimos deseos, en su mayor parte, nacen y se alimentan a expensas de los demás.

Otra cosa bien distinta es que lo que recauda el estado de las actividades empresariales no sea administrado por el mismo de forma lícita, y la política se haya convertido en un negocio que proporcione más ingresos y beneficios a sus dirigentes que cualquier actividad empresarial, y, por si fuera insuficiente, para no dejar rastro, algunos de nuestros políticos patriotas se lo llevan fuera de España. Vamos, un asco.

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sábado, 2 de febrero de 2013 | Por: Pedro López Ávila

EL ESCÁNDALO BÁRCENAS


VICENTE BURRELL.  www.galeriadeartelazubia.com

Cada día que pasa estoy más convencido que el hombre es un animal de tropa. Esa condición de vivir sujetos a los demás al precio que sea, nos hace más mal que bien.

Ahora le ha tocado al Sr. Bárcenas, al que han trincado. En 2007 llegó a amasar una fortuna de 22 millones de euros en las cuentas que tenía abiertas en la banca suiza. Casi nada. Eso es lo que sabemos hasta ahora; bueno, y que tenía diversas sociedades mercantiles en Argentina, que desconocía todo el mundo. Precisamente el que manejó las finanzas del P.P. durante dos décadas en España.

Ahora los de los ERES de Andalucía, o los del escándalo Millet, u Oriol Pujol de Cataluña, por poner algunos ejemplos "casi menores", dicen: pues anda que tú. Increíble, una vergüenza, pero por si había alguna duda, sale a la palestra el abogado y ex diputado del P.P. Jorge Trías y nos cuenta que en su época de parlamentario se abonaban sobres de hasta 10.000 eurillos como complemento del sueldo, según los cargos y responsabilidades. Pero, lo que parece aún peor es la aparición de unos cuadernillos manuscritos, que a decir por los expertos grafológicos se corresponden con la letra del Sr. Bárcenas, en donde existe una contabilidad doméstica de "haber", "debe" y "saldo". A mí entender, en el primer caso, creo que el Sr Trías podría haberlo dicho antes, pues yo pensaba que los diputados y funcionarios públicos cobraban nóminas por transferencia bancaria, que en la práctica es una manera más ordenada, racional y menos artificial, aunque sean sobresueldos como elementos compensatorios a la fragilidad de la maltrecha economía de nuestros políticos.

Por eso mismo, cuando decía anteriormente que el hombre es un animal de tropa, no trataba de buscar un recurso literario, ni por supuesto envilecer a ningún partido, ni siquiera al pueblo que votó al susodicho; me refería a la tropa que ahora no sabe nada de nada del Sr Bárcenas, pues algunos pudieran verse desmejorados, y así, de esta forma, la disciplina se hace más eficaz.

Por tanto, si recurrimos al refranero español de que "a caballo regalado no se le mira el diente", podremos inferir que nadie ha recibido gratificación alguna y lo único que nos quedará es que el "pobre" Sr Bárcenas ha evadido (siempre presuntamente, claro) capitales sin pasar por el fisco, y que cometió el cándido error de tener el dinero en bancos suizos, siendo cidadano español a todos los efectos.

Cuando Filipo Rey de Macedonia que gobernó desde el año 355 hasta 336 a. C. supo que su hijo intentaba ganarse la voluntad de los macedonios con presentes, le dijo ¿quieres que los súbditos te tengan por su tesorero y no por su rey? Si quieres atraértelos, atráetelos con los regalos de tu virtud, no con los regalos de tu cofre.

Yo creo que el Sr. Bárcenas, en este caso, como en otros muchos más que se están dando en nuestra patria, harían mucho bien (por decepcionados que se sientan los votantes de distintas formaciones políticas) en tirar de la manta, en abrir la ventana para que entre aire fresco a millones de personas y militantes muy honestos que se ven salpicados por conductas que los ruboriza, ante la impudicia de muchos que buscan el sacrificio exclusivo del que los ha favorecido, supuestamente, también inicuamente durante mucho tiempo.

Ya está bien de utilizar las leyes para llevarlas más allá de nuestras fuerzas y de nuestros medios y a la medida justa de los que las hacen; ya está bien que míseros ganapanes y lacayos sean revestidos de la autoridad y el respeto que nunca hubieran imaginado ni merecido, a no ser por su carnet de militancia política y de su condición de aforados; ya está bien de arroparse todos debajo de la manta y lanzar mensajes solapados para meternos el miedo en el cuerpo. ¡ Que daño ha hecho a este país la famosa frase de que el que se moviera no saldría en la foto!

El estado, sus administraciones territoriales y locales cada vez más nos empujan, nos coacciona y nos amenazan, para exigirnos que sus desproporcionadas tributaciones sean cumplidas en tiempo y forma; sin embargo, su laxitud en sus obligaciones contraídas de pago con las empresas contrasta de forma manifiesta.

Y no pasa nada. Ahora hay que desfallecer, rebuscando elementos de defensa ante presuntas situaciones de corrupción, mientras La Sanidad y la Educación tendrán que esperar mucho tiempo flotando continuamente en la tormenta del sinsentido, hasta que el sentido común se imponga a la ceguera de los que no quieren ver nada más que sus intereses particulares, ofuscados por la avaricia.

Con todas estas situaciones el pueblo español está furioso y fuera de sí, plagado de cicatrices de tanto transigir con las medidas de austeridad a las que se ve sometido. El odio se está apoderando del ciudadano contra una clase política incapaz de frenar manifestaciones, huelgas y disturbios callejeros cada vez más frecuentes, que en nada benefician la recuperación económica de España y nuestra reputación fuera de nuestras fronteras.

El Gobierno, no puede mostrarse titubeante creando las consabidas comisiones de investigación o auditorías y quedarse mirando el firmamento a la espera de los fallos judiciales, que tardan media vida en resolverse; hay que agilizar la justicia con la celeridad y contundencia que requieren las situaciones actuales (caigan quienes caigan), pues de lo contrario estaremos corriendo excesivos riesgos innecesarios en este puto mundo del pelotazo, la manipulación y la mentira.

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