viernes, 24 de mayo de 2013 | Por: Pedro López Ávila

LA FAMILIA EN LA ACTUALIDAD


Francisco Balderas - A la faena - http://www.galeriadeartelazubia.com/

Me contaban mis mayores, cuando aún era yo muy niño, que antiguamente la familia la sustentaba el padre, por eso, supongo, que recibió la honorífica distinción de denominarlo el cabeza de familia. Al parecer, las pocas viandas que había no se repartían equitativamente entre todos los miembros, sino que, muy al contrario, era el padre al que alimentaba y le servía en primer lugar la esposa sometida con la porción más importante y sabrosa de la comida que hubiere, so pretexto de que debía afrontar la dura vida del campo, los rigores de la fábrica o de la mina y, por tanto, debía estar provisto de la energía suficiente, toda vez que tenía que enfrentarse a la severidad del trabajo diario.

Con posterioridad, una vez bien alimentado el hombre, la madre repartía entre los hijos lo que restaba y ella se conformaba, rebuscando lo que podía de aquí y de allá.

Claro, no creamos que aquellas madres se dedicaban sólo a la crianza de los hijos y pare usted de contar, sino que lavaban de rodillas en el río acarreaban agua desde la fuente a casa, zurcían las prendas de todos los miembros de la familia y se levantaban de madrugada para que a su hombre no le faltara de nada. También rebuscaban en el campo para llevarse algo a la boca y si eran muy afortunadas, tenían un "roalillo" donde sembraban algunas hortalizas, que debía ir a regar, antes de que "el contrario" emprendiera el camino del trabajo.

Además de todo esto, acometían la difícil tarea de ir enseñándole a las hijas el sendero que las guiara a un buen casamiento y a los hijos, desde las más tiernas edades, a tareas que a veces rayaba en la esclavitud infantil, para poder aliviar la economía doméstica. Y es así como se reproducía el sistema.

Por supuesto no había foto familiar, eso era en las casas de posibles, donde el dueño de la casa y de todo lo que tuviera o no movimiento era posesión de ese personaje tan ilustre y magnánimo: el macho. El hombre aparecía sentado en una impresionante sillón en el centro de la foto y a su alrededor, de pie, en forma de orla aparecía la esposa, los hijos y algún nieto en brazos de la nodriza.

Hoy todo esto ha cambiado en muchas familias, excepto para la figura de la madre, pues al estar todos los miembros de las familias en paro los que han pasado a sostener la economía familiar son las pensiones de los abuelos y la ayuda que supone el que la madre tenga que estar desde las primeras horas del día realizando labores no sólo de su propia casa, sino de las ajenas, además de un sinfín de ocupaciones que se niega a realizar el varón y han quedado para la mujer. Por tanto, son ellas las auténticas heroínas, las que sostienen la paupérrima economía doméstica de los momentos tan duros en que vivimos, guiadas, fundamentalmente, por ese instinto protector que las conduce al ciego objetivo de cohesionar la sagrada unidad del hogar.

Lo que sucede es que mientras estas mujeres se afanan y se esfuerzan en la actualidad para aliviar las descalabradas situaciones económicas por las que atraviesan muchas familias, muchos de los hijos de nuestra época se despiertan bien pasado el medio día; además han desarrollado tal grado de violencia que se han apoderado de todo, hasta del mando a distancia del televisor. El padre (el antiguo portador de la porra del primate) ha cedido su puesto y ha pasado a ser un cero a la izquierda, puesto que no aporta sueldo alguno, y el abuelo o la abuela han quedado para servir de escarnio a los nietos, que les hacen repetir refranes y penalidades que se pasaban en su época, y con esto aquellos se divierten mucho.

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martes, 14 de mayo de 2013 | Por: Pedro López Ávila

LOS CIBERATAQUES


Pedro Roldán - Ocaso en Comillas - www.galeriadeartelazubia.com

No hace mucho en un artículo publicado en prensa digital hablaba yo que la evolución del hombre desde el punto de vista racional era vertiginosa, dado el avance técnico científico que había experimentado en los últimos años y al que estábamos asistiendo (sin apenas percibirnos), y decía también que este no era comparable a ningún otro momento en la historia de la humanidad. Antes bien, de la misma manera hacía referencia a que su evolución racional no había ido en paralelo a su evolución espiritual, en la que aún nos encontramos fondeando e inmersos en procesos muy primitivos.

Hoy cualquier ganapán podría convencer a una eminencia científica de que lograría solucionar sus problemas del alma solamente con ponerse en manos de él, porque aquel se atribuye unos poderes especiales que le han sido donados por la naturaleza o por alguna revelación a la que ha tenido el privilegio de ser elegido.

El caso es que el hombre, desde la modernidad, ha buscado siempre el paraíso en la tierra, ha intentado a través de sus filósofos dar una explicación del mundo, de Dios o de su propia existencia, como el último objetivo de conseguir explicar racionalmente a lo que aún no ha encontrado explicación, por encontrarse esta todavía circunscrita al término enigma.

De ahí que cada día que pasa sea mayor el número de personas que niegan la casualidad y encuentren elementos en cualquier situación, lecturas antiguas o pasajes de otras culturas (incluso sectarias y muy peligrosas algunas, por cierto), para considerar e interpretar, ajustadas a medida, determinadas situaciones actuales como la causalidad que sería la que justificaría los efectos dañinos que se producen en el mundo.

Para ello se sirven de testimonios glosados en doctrinas ancestrales o vaya usted a saber de dónde y así meter la peste en un canuto.

El problema es que nuestras almas se encuentran tan alejadas de la virtud, de la compasión, de la piedad y del amor hacia los otros que forman más parte de la naturaleza del graznido de una bandada de cuervos que de su propia esencia, por el excesivo empecinamiento de dar preferencia en nuestros actos a lo racional.

El molde del alma de los que rigen y dirigen el planeta (laicos o religiosos) está hecho de la misma manera que la de cualquier ser humano; pues, la misma razón que nos hace discutir con el vecino, provoca una guerra, entre los distintos estados. Actúan con la misma ligereza que nosotros, pero ellos son más poderosos y destructivos.

Así hemos llegado a extremos tales que la vulnerabilidad del sistema capitalista, basado en gran medida en Internet (el avance técnico más importante en la historia de la humanidad desde mi parecer), que corrimos un gravísimo peligro tras la explosión de las bombas del Maratón de Boston, cuando, al mismo tiempo, un ataque cibernético a la agencia de noticias Associated Press, provocó una caída de la bolsa en el corazón del capitalismo, Wall Street, de 200 000 millones de dólares en unos minutos.

En una de estas, la discusión no será con el vecino, pues ya El Pentágono amenazó hace dos años que quien se atreviera a cortar el suministro eléctrico del país con un ciberataque se arriesgaba a una lluvia de misiles sobre su territorio.

Con todo esto, presiento que la naturaleza haya puesto en el hombre un instinto inhumano que explicaría con creces, porque no ha evolucionado nuestro espíritu paralelamente a nuestra razón.

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jueves, 9 de mayo de 2013 | Por: Pedro López Ávila

CABALLERO BONALD


PEDRO ROLDÁN  www.galeriadeartelazubia.com

El pasado día 23 de abril, coincidiendo con el día mundial del libro, se produjo la ceremonia de entrega, por los Príncipes de Asturias, del Premio Cervantes, considerado como el mayor galardón de las letras en español, al escritor jerezano, José Manuel Caballero Bonald. El Poeta, narrador y ensayista de mayor relevancia en nuestro tiempo, desde mi parecer.

En su discurso pronunciado en la ceremonia de entrega del premio Nobel de las letras en español (según los denominan algunos), me llamó la atención algo que pudiera haber pasado desapercibido para muchos y que entiendo que es de gran importancia. Caballero Bonald dijo que quien no leía tampoco almacenaba conocimientos y quien no almacenaba conocimientos era apto para la sumisión.

Siempre ha existido una recóndita creencia entre algunos poetas de que la palabra, la poesía y el poeta con su compromiso podrían cambiar al mundo. El poeta comprometido ante la injusticia , el mundo del trabajo y el anhelo de libertad han sido durante mucho tiempo elementos temáticos lo suficientemente liberadores, entre determinados autores, como para sustentar las pretendidas intenciones de cambio social.

De ahí, que la poesía haya sido considerada por muchos como una importante arma de lucha contra la sumisión y los sistemas establecidos en donde no existe la libertad e impera la tiranía.

Ya Vicente Aleixandre decía que el poeta es una conciencia puesta en pie hasta el fin. Gabriel Celaya diría que la poesía es un instrumento, entre otros, para transformar al mundo y si nos remontamos al S. XIX, Shelley, el poeta romántico inglés (que entendía la poesía como el registro de los momentos mejores y más felices de las mentes mejores y más felices) llegó a decir que los poeta son los legisladores no reconocidos del mundo. Y decía esto tal vez pensando en la influencia de los poetas en la formación de las ideologías de su época.

Hoy día muy poca gente puede creer que el mundo se pueda transformar con libritos de poemas. Sin embargo, la poesía es una de las actividades más intensamente humanas que nos hace ver lo que de otro modo no alcanzaríamos a ver jamás, que nos hace ver, tambien, desde la oscuridad un espacio moral nuevo, porque jamás se sustentará en la supremacía de los poderosos, sino en la defensa de los desahuciados, en los desheredados sociales, en los que sufren o en los que aman.

A partir de ahora se venderán muchos más libros de Caballero Bonald que será leídos por los de siempre, otros quedarán en las estanterías de los pedantes y otros serán abandonaran al leer sus primeras páginas, porque los lectores "no almacenan conocimientos suficientes".

Hay un tipo de poesía a la que la barbarie de los mercados y de los políticos no podrán nunca convertirla en superflua, sino en necesaria. Una poesía que se fundamenta en un nuevo orden moral. Una poesía que nos habla de un porvenir colectivo que sólo con los poetas llegamos a entrever.

Decir que los poetas sólo hablan de amor y de metafísica es el olvidarse de lo mucho que la humanidad ha necesitado de Anacreonte, de Ovidio, de Quevedo, de Neruda, de A, Machado o de Benedetti, por ejemplo.

Por eso Caballero Bonald también dijo en su discurso "hay que defender la palabra contra quienes quieren quitárnosla. Esgrimirla contra los desahucios de la razón".

Desde luego, la obra, especialmente la poesía, de Caballero Bonald está fuera de toda tendencia grupos o familias a la que adscribirla, pues eso significaría que lo importante es la pertenencia al grupo y desdeñar el torrente de originalidad individual que desprende su capacidad creativa, tanto en su estilo, cuanto en su ética.

Fanny Rubio Dice que Caballero Bonald "interpreta una ética de la escritura disidente de lo convencional, por contravenir estilísticamente las normas, por negar el ejercicio dinámico del texto y por dignificar el fluir de la lengua".

En estos momentos cruciales de la historia se hace más necesaria que nunca la poesía de nuestro flamante Premio Cervantes, para que como él mismo dijo "corregir las erratas del pasado y que esa credulidad nos inmunice contra la decepción".

Hoy, su radical y perseverante militancia a la insumisión, cobra la máxima actualidad en su interpretación de la vida, a través de su experiencia, en su obra. Así lo podemos comprobar en su poema "Santoral" de su libro Diario de Argónida de 1997: Suele el sumiso, el amansado,/ comulgar indistintamente/ con ruedas de molino o con sagradas/ formas, mas no por eso acepta/ sin razonables dudas/ la subida veloz a los altares/ de algún palurdo padre de la patria.

Un hombre, un poeta, con 86 años, Caballero Bonald, sigue siendo siempre fiel a sus principios de compromiso social. Nunca ha dado de espalda a la injusticia y al sufrimiento y se reafirma (en su discurso) de sus convicciones delante de algún palurdo padre de la patria, que ahora aplaude con sonrisa de hiena. Caballero Bonald significa y simboliza la resistencia frente al poder destructivo de los que quieren arrinconar la palabra.

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