martes, 12 de junio de 2012 | Por: Pedro López Ávila

LA CRISIS Y LOS PARTIDOS POLÍTICOS


Francisco Balderas - Oteando el horizonte - www.galeriadeartelazubia.com

Hoy ya todo el mundo entiende que cuando sube la prima de riesgo es que la cosa marcha mal, aunque no sea necesario comprender el aspecto conceptual de la misma.

El caso es que en nuestro país se ha desplegado una situación de pesimismo, una desconfianza generalizada y una especie de conjura contra clase política, cada vez más abrumada, incapaces de sofocar principios de disturbios de un pueblo, que puede llegar a ser furioso como está ocurriendo en Grecia, si no somos capaces de transmitir discursos creíbles que se correspondan con actuaciones y conductas morales, que no estén movidas ni desviadas por intereses personales o de grupos de poder.

Los que predican confianza o desconfianza con el pretexto de predicar a la ciudadanía de que toda irá a mejor o peor en poco tiempo, no hacen sino predicarles la ruina y la vergüenza, porque de sobra saben que el poder económico y el tejido industrial se ha instalado en otros países muy lejanos, con los que difícilmente se puede competir, entre otros, China, Japón o el gran monstruo dormido: Brasil, que muy pronto aflorará como un gran potencia económica internacional.

Los antiguos enemigos del sistema democrático, los neonazis o la extrema izquierda han encontrado en esta coyuntura el clima propicio en aquellos que de la noche a la mañana se han encontrado con la pobreza, la miseria ante sus ojos y hasta con la hambruna. Con una dialéctica perversa han llegado al sentimiento más bajo del ser humano, para conseguir cotas de poder inimaginables hace muy poco tiempo.

Si el poder político cada día que pasa se encuentra más a merced del poder económico, aquel debe realizar (entre otras muchas funciones) pedagogía política, para que el hombre honrado se mantengan apartado de "manos fuertes" y no confíe en ellas por muchas promesas que les hagan y mucha utilidad que a ello vean. A esta labor inexcusable, deben contribuir activamente los medios de comunicación, filósofos, escritores pensadores y, sobre todo, el propio poder económico por mucho que le pese, pues el enemigo, siempre, históricamente, se vuelve más hostil con la huida o el silencio y ensoberbece, cuando nos ven temblar bajo su poder.

Imagino que a Angela Merkel se le habrán abierto las carnes, cuando haya visto al líder del partido "democrático" griego, "amanecer dorado", acompañado de matones de discoteca de medio pelo, que imperaban a periodistas y fotógrafos asistentes a una rueda de prensa diciéndoles: "levantaos todos y mostrad respeto", o cuando gritaba como un energúmeno por las calles: ¡todos los inmigrantes ilegales, fuera! ¡fuera de mi casa! o su deseo de bombardear las fronteras para que no entren inmigrantes. Parece, igualmente, inimaginable que un diputado de "amanecer dorado" (un morlaco misógino) agreda a puñetazos y a bofetadas a mujeres, lo que corrobora la tesis del latente peligro al que podríamos llegar con estos tipos en los parlamentos, sean de un signo o de otro.

Imagino esto, porque la SRª Merkel debe tener testimonios directos de lo que significan estas formas de gobierno a las que se acceden a veces a través de las urnas, y sería bastante mejor,también, si entendiera el refranero español, sobre todo, aquel que dice: "cuando las barbas del vecino veas cortar pon las tuyas a remojar".

También me gustaría creer que el Sr. Obama estará tomando buena nota de la situación europea, y aunque, a fin de cuentas, cada país va a lo suyo como cada uno va a defender sus propios intereses personales, el orden democrático internacional puede correr el riesgo de coger el camino del desaliento, dejándose llevar en vez de dirigir, sin tener en cuenta que el temor y la desconfianza son buenos rescoldos que prenden rápidamente en ideologías extremistas y de las que también debe tener, el dirigente amercano, testimonios directos y muy próximos a EE. UU.

Debemos crear, por tanto, un frente común que impida el paso a los que las ideas democráticas y la libertad les puedan parecer incompatibles con el progreso moral y económico; debemos explicarle a los pueblos que el enemigo más cercano está dentro de nosotros mismos si dejamos vacios el entendimiento, la conciencia y la memoria, cuando nos amenaza la necesidad.

Los políticos no pueden traicionar los valores que se imparten en la escuela, no tienen derecho a la ostentación, al lujo, al dispendio; llevar unas costumbres bajas y viles, peores que la de gente más ruin, sino que deben poner su saber al servicio del beneficio de todos, haciendo frente a sus propias ideas de globalización, reordenándolas más racionalmente, reconquistando la soberanía nacional y poniendo freno a la desmesurada ganancia y acumulación de dinero rápido y fácil de los inventores del sistema globalizado, que han arrastrado a muchos gobiernos que no gobiernan (ahora le toca al nuestro) a un retroceso económico tal, que ya Cruz Roja está solicitando ayuda internacional, para sofocar la hambruna que de forma definitiva ha arribado a los sectores más desfavorecidos de nuestra sociedad.

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jueves, 7 de junio de 2012 | Por: Pedro López Ávila

LA PERSONA


Balderas - El hojalatero - www.galeriadeartelazubia.com

Una cosa es como creemos que somos, otra es como aparentamos ser, otra como nos ven los demás y otra, bien distinta a las anteriores, es como somos.

El recuerdo de una buena acción o de una gracia particular nos hace creer que somos bondadosos y ponderados, o que nos vean o nos piensen como juiciosos e imaginativos.

Por el contrario, a veces, una simple mueca de desagrado, que no hemos sabido dominarla, corrompe a aquellas primeras impresiones que se tienen sobre nosotros y nos aflige y nos conduce a la impostura en nuestra forma de ser.

A partir de ahí, nos juzgamos a nosotros mismos y a los demás como si el hombre estuviera hecho de una naturaleza monolítica e inmutable por la que siempre tiene que caminar en una misma dirección para no defraudar en los otros lo que aparentamos ser o lo que nuestra conciencia cree de nosotros.

Tenemos una enorme fragilidad para calificar lo que fuimos ayer como si hubiéramos sido de la misma manera desde siempre y para siempre, y no mirar lo que somos hoy (ahora) o cómo podríamos ser en un futuro y, por consiguiente, estamos continuamente evaluando a los demás según los dictados de los formadores de conciencias, cuyo objetivo último es "el recto proceder" en el momento concreto, según convenga.

Ese "recto proceder" que tanto lastima a las almas más débiles y les turba los sentidos, impide ver el engaño, la avaricia, la tiranía sumergida, la inclemencia, el dolor y la llegada sigilosa de la muerte; sin haber sentido la mínima percepción, durante la existencia, de una realidad distorsionada (hecha a golpe de martillo y prodigiosa agilidad ) para distraer la consideración que debemos tener sobre la persona, entendida esta como sujeto enlazado a otros sujetos y a los objetos, es decir, la persona como una unidad estructural abierta al mundo y a los otros, pues el mundo adquiere todo su sentido desde el momento que existen otros.

Y, al ser precisamente esos otros los que dan sentido a la existencia, no debemos expulsarles furiosamente su pensamiento o arrebatarles su individualidad y su esencia, o desviarles y cerrarles los ojos, con el objetivo de alcanzar el domino y la aniquilación de los que son distintos, porque hayan seguido travesías distintas en la interpretación (racionalista o vitalista) de su relación con el mundo en el proceso existencial.

Tenemos que aprender a vernos cómo somos, cómo son nuestras conductas y nuestros comportamientos en cada momento en que actuamos, no adaptando nuestras conciencias a las circunstancias más provechosas, que culminen exclusivamente en el beneficio propio, buscando, posteriormente, el refugio en lo que el denominador común considera natural, pero que no puede ser más antinatural en el destino del ser humano frente al mundo.

Valorar la vida por lo que se es o por lo que se aparenta o se pretende ser es abandonar la utopía de deshacernos de los demonios que nos acechan y el triunfo de la miseria y debilidad humana.

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