miércoles, 29 de febrero de 2012 | Por: Pedro López Ávila

LOS BENEFICIOS


Palacio de Dolmabache, Estambul. Mi mujer y yo

Hace mucho tiempo escuché una entrevista en TV (creo que era al Profesor Aranguren), no lo puedo precisar ahora con exactitud, en la que expresaba que cuanto mayor era el grado de conocimiento y de cultura del hombre las posibilidades de corrupción disminuían de manera considerable.

A este respecto, escudriñando en los acontecimientos que han sucedido a lo largo de la historia e intentando no ver con mirada apasionada, me viene a la memoria, cuando mi padre me decía (siendo yo aún muy niño) con tono jocoso y cierto aire de hilaridad, que el oficio que nunca fallaría en esta vida era el que se encargaba de vender cosas necesarias para los entierros.

Por el contrario, el agricultor no haría buen negocio sin la carestía del trigo, el médico sin enfermos o los abogados sin los procesos y querellas de los hombres, por ejemplo. Esto vendría a significar que el beneficio de unos siempre se sustenta sobre la pérdida en otros, sin que con ello quiera decir que haya que condenar todo tipo de ganancia.

Sin embargo, en el devenir de la humanidad, siempre hemos verificado, desde las más antiguas civilizaciones, el lujo de los ajuares en los enterramientos de los reyes, sus allegados directos, y familias pudientes, pasando en la época moderna a la acumulación y el dispendio de todo tipo de bienes materiales de los ministros de las religiones ( los palacios de los sultanes, las construcciones catedralicias o las voluptuosas edificaciones civiles cegadas de riquezas ), conquistadas en la muerte.

Considerando esto, y aun a sabiendas que no aporto nada original, se infiere que en todo enfrentamiento entre los seres humanos siempre se ajusta a un principio de beneficio-perjuicio.

Cuando la daga y el fusil son sustituidos por otras formas de aniquilamiento más monstruosas y feroces, en la época contemporánea con la Guerra de 1914, en el enfrentamiento entre los credos capitalistas y comunistas, se originará una nueva etapa de la que Europa saldrá fuertemente debilitada, fundamentalmente tras el “crack” de la bolsa de Nueva York en 1929, cuyo radio de acción no tardaría en llegar a nuestro continente (millones de parados, recesión bancarrota etc…)

Peor aún, con la segunda guerra mundial (1939-1945) Europa queda prácticamente destrozada, tras haber perdido cincuenta millones de hombres y mujeres; sin embargo, el viejo continente se recuperará, gracias a la ayuda de los E.E. U.U. del que se hará fuertemente tributario.

No creo que no pueda apreciarse con claridad, quienes fueron los beneficiados de estas guerras y quienes los perjudicados.

Hoy, aquel oficio que decía mi padre que nunca fracasaría, y que con tanta inocencia impregnaba la fragilidad de mi alma con una sonrisa, ha sido sustituido por el de los tramposos, por los que manejan los mercados, por los que crean las guerras para vender armas y crear la desolación y el espanto en la población civil, por los que trafican con influencias, por los políticos corruptos, por los que en sus íntimos deseos nacen los más bajos instintos para alimentarse y acumular bienes (de forma desordenada) a costa de los demás, por los que blanquean dinero de los más atroces negocios, por los que no tienen corazón…

Hay que unificar, como entendía Sartre, el yo y el otro como una sola esencia por medio del conocimiento, en vez de encontrarlos cada vez más separados.

Por ello, es primordial en estos momentos críticos de este inicio del S. XXI, tener el juicio ordenado, aunque los actos no puedan serlo; porque este mundo, en general, y este país, en particular, son tan rastreros que ha permitido que nos arrodillemos a las exigencias de los poderosos, que a los imputados se les permita mentir y contradecirse cuantas veces quieran, como un argumento de defensa, que las leyes nazcan viciadas y no de la naturaleza, que la justicia no sea considerada como una igualdad o igualación. Ya Bergson decía que la justicia había evocado siempre las ideas de “igualdad”, de “proporción” y de “compensación” y, sobre todo, porque las palabras han perdido su orgullo.

Por tanto, existen razones para pensar que, cuando se tiene un hondo conocimiento histórico, filosófico y cultural, el hombre sabe que las riquezas no pueden desafiar todo peligro, mientras que los cucañistas y los indignos actúan como si alguien les hubiera prometido su eterna posesión, quedando adheridos a ellas, sin meditar jamás sobre la pobreza y, sin conocimiento alguno, de que la naturaleza nos obliga a prestar servicio a los otros que no han obtenido nunca beneficio alguno.
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas tardes Sr Pedro. mu bonito el cuadro jejejee a no que es una foto. jejeje. Como siempre sigue usted siendo un genio al escribir. Sin palabras. un abrazo muy fuerte. Juan

Marinel dijo...

Es realmente deprimente todo lo que sucede y evocando épocas pasadas,el temblor se hace eco de las terribles secuelas que pueden traer estos excesivos desajustes económicos causados por buitres del poder,la ambición y la inhumanidad.
No sé que sucederá,pero siento un miedo terrible.
Estáis muy guapos tu mujer y tú.
Besos para ambos.