miércoles, 23 de marzo de 2011 | Por: Pedro López Ávila

FRACISCO CALABUIG

Otoño Aranjuez - Francisco Calabuig - www.galeriadeartelazubia.com

Elegir una plácida escena de la naturaleza: mirar los trigales en el sol estival, encendiendo la tarde, impregnándola de amarillos y dirigiendo su mirada hacia arriba, hacia una nube plomiza y amenazante de lluvia, cuyos grises,  malvas y blancos envuelven y matizan de forma finísima todos los planos del lienzo para crear una atmósfera casi pesada, es tarea reservada a privilegiados, como es el caso de Francisco Calabuig.

En Francisco Calabuig se funden el alma con el paisaje, la mirada humedece al lienzo de un espíritu, aparentemente sereno,, de una pincelada casi siempre tranquila que se extiende en delicadas capas de pintura, coadyuvando a una extraordinaria nitidez del contorno; pero de un alma que busca la transcendencia a través del paisaje.

Decididamente Francisco Calabuig utiliza la pincelada o la paleta suelta, dedicando particular atención en los acentos de luz, que consigue con el propio color y las sombras (la luz y el color son una misma cosa), con unas gamas inmensas de verdes, malvas, carmines, amarillos ocres, burdeos y un sinfín de mezclas tan personalizadas que hacen del artista a uno de nuestros mejores pintores contemporáneos de un impresionismo que aletea en el realismo.

Concilia el oficio con un profundo trabajo, que descubrimos detrás de cada una de sus obras, en una incesante búsqueda de la captación de la luz de cada segundo del día, en el que el tiempo y el espacio son un todo.

Es evidente, por tanto, que el escenario paisajístico de Calabuig se adecua en el más alto grado a los intereses plásticos de la fidelidad, autenticidad y honradez de la pintura contemporánea y de hecho tiene entrada en el “Diccionario de Pintores y Escultores Españoles del S. XX”
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