viernes, 6 de agosto de 2010 | Por: Pedro López Ávila

CON LA QUE ESTÁ CAYENDO


A la S.G.A.E. parece poco menos que imposible que persistan en el despropósito de echarse a la ciudadanía encima con chorradas tales como querer cobrar por el himno de un equipo de fútbol, la representación de una obra teatral por un grupo de escolares o el oír la música de un telediario, que pudiera incitar al baile. Me parece  una chapuza de la que no sólo salen mal parados los propios escritores, sino que también  gente de cualquier saber que dejan huellas en el alma; de los que se esta haciendo mofa, parodias grotescas y se están viendo abocados a un linchamiento popular, masacrando no sólo sus obras, con los millones de copias piratas, que se realizan de las mismas, sino también el prestigio y la dignidad  que requieren tan meritorios oficios.

Y es que, no sé por qué, me viene a la cabeza cuando hablaba Juan de Mairena  diciendo: “que hay hombres tan profundamente divididos consigo mismos, que creen lo contrario de lo que piensan. Y casi -me atreveré a decir- es ello lo más frecuente”.

Pues sí, señores, hablamos de la difusión y universalización  de la cultura en todas sus manifestaciones de forma gratuita para el pueblo y luego hincamos la rodilla en conversiones que van en contra de lo que teóricamente debería ser  lo más fecundo para el progreso de los pueblos: el conocimiento, como el  principal activo que debe tener el ser humano.

Con esto no quiero decir que los nobles oficios del compositor, pintor o escritor, por ejemplo, no tengan una más que digna remuneración económica, aparte de la reputación y la excelencia, pero que la distribución de la primera debería ser proporcional a los ingresos anuales y no en función al éxito que se obtenga en la venta de copias, pinturas u obras vendidas, pues aquí ya se observa la moneda al descubierto dentro de las exigencias del mercado en el mundo en que vivimos.

De todos es sabido que autores que no obtuvieron un reconocimiento en su tiempo, viviendo en la precariedad más absoluta, la historia los rescató siglos más tarde y han sido el paradigma de muchas generaciones. Pero, ya hoy no les vale para nada.

Os invito a que leáis estos dos artículos que creo merecen la pena:

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